CONOCIENDO A ANTONIO VIVALDI

(…) A partir de aquí todas son suposiciones. Cuando Vivaldi llega a Viena, sin dudas después de escalas intermedias, Carlos VI ha muerto (20 de octubre de 1740), Maria Teresa, la madre de Maria Antonieta, sube al trono, no muy dispuesta a cumplir, en seguida, las promesas del Emperador, su padre, en relación a Vivaldi.

Claro que el músico veneciano cuenta con su amigo Metastasio, personalidad literaria de fama europea y futuro colaborador de Mozart. En cuatro ocasiones, Metastasio ha firmado libretos de ópera para Vivaldi, pero de momento parece tener algunas dificultades con el poder.

Vivaldi, a 150 leguas de su patria, es un hombre solo, enfermo y desamparado. Según su partida de defunción, falleció en la casa de un tal Satler, cerca de Kartnerthor. No la busquemos, pues el viejo barrio fue derribado cuando se suprimieron las fortificaciones a lo largo del actual ring*, al otro extremo de la Kartnerstrasse, es decir, más allá de la catedral.
Murió de una infección interna (?), dice el texto administrativo. El título de <abate> figura junto a su nombre. El 28 de julio de 1741, después del servicio fúnebre concedido a los indigentes, es inhumado en el cementerio del hospital cercano.

Cincuenta años mas tarde, los mismos lugares y en las mismas circunstancias, verán a otros hombres perpetuar la ingratitud y entregarse a una profanación igual del recuerdo, el día en que muera Mozart. Apenas hay más de cincuenta pasos entre las viviendas en donde se cerraron los dos destinos.
¡Eterna versatilidad de las multitudes! Antonio Vivaldi, figura de moda, ídolo de un gran espectáculo que devora a sus ídolos, una vez bajado el telón, es arrumbado en el desván de los trastos viejos.
Sin preocuparse de filosofar, Goldoni ha relatado ese infortunio: "El abate Vivaldi, incomparable virtuoso del violín, muy estimado por sus composiciones y conciertos, había ganado 50.000 ducados, pero su prodigalidad desordenada le ha hecho morir pobre en Viena". Esta es la única mención de su caída, hecha por un contemporáneo.
Quisiéramos imaginar que, el 28 de Julio de 1741, se hubiese celebrado un gran funeral por el alma de Vivaldi en la inmensa nave de la Catedral de San Esteban. A la sazón formaba parte de la Escolanía Catedralicia un niño llamado José Haydn.
Entre la obra religiosa del veneciano, un gran salmo podría haber acompañado a nuestro adiós. Los manuscritos de Vivaldi están fechados muy pocas veces, pero en el de esta obra hay demasiados signos que nos hacen creer que esos cantos conmovedores son el último mensaje de una vida.

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