Derechos reservados - año 1 - número 6

Indice

 

Historia de la Joyería

Capitulo 1

ORIGENES DE LA JOYERIA

LA EPOCA PALEOLÍTICA

EDAD DE LA PIEDRA TALLADA

Las primeras manifestaciones del hombre prehistórico en relación con su adorno personal y su primitiva industria se remonta a las épocas superiores del Paleolítico
O sea de la piedra antigua sin pulimentar, aquellas eras distantes millares, acaso centenares de millones de años, cuando el hombre habitaba en cuevas para buscar abrigo, cazaba con hachas de pedernal desconchado a golpes, renos, mamutes y bisontes, y se pintaba el cuerpo de colores.
El próximo paso en procura de mayor vistosidad para su persona, conduce ya a los adornos colgantes. Por falta de instrumentos bastante afilados, el troglodita recurre en un principio a los objetos de fácil manipuleo, que la misma naturaleza les ofrece pródigamente: diminutos crustáceos vivientes o fósiles, caracoles, vertebres de peces y dientes de animales de caza menor.

Los pinta de colores simples, los provee de agujeros, los enhebra con cuerda de fibra o tendón y se los cuelga en las extremidades como collares. Los adornos colgantes caracterizan al cazador primitivo y forman parte del ajuar de las sepulturas prehistóricas.
A medida que perfecciona sus herramientas de piedra, el hombre de las cavernas utiliza también dientes de lobos y osos, con los cuales forman collares.
Algunos de estos dientes los colorea y otros los gravan con toscas figuras geométricas. Ya se observan ciertas diferencias en los dibujos, pero la composición se restringe a las formas mas sencillas.
Para el hombre troglodita estas cadenas significan a la par de un adorno y un recurso apotropeico, pero tiene además valor como trofeo de caza, testimonio elocuente de su arrojo y su valentía, proporcionándole a la vez un destacado lugar en el orden social de las cavernas.
Al ultimo periodo de cultura paleolítica los arqueólogos le dieron el nombre de magdaleniense. El lugar que dio motivo para esta denominación fue la estación de la cueva de Madeleine, en Dordoña, Francia, lugar donde se ha descubierto el mayor numero de remanentes de esta época. Los utensilios se han perfeccionado considerablemente, no siendo ya fabricados por golpes sino por presión.
Una gran cantidad de sílex, buriles, raspadores y punzones con bordes filosos nos muestran la perfección y la habilidad con la que el hombre de entonces sabia ya trabajar sus herramientas. Notable también es la técnica y el refinamiento que se observan también en sus adornos.
Una vea terminada la caza del día y satisfechas inmediatamente después sus necesidades alimenticias, el cazador de renos no careció sin duda de algunos instantes de ocio y solaz que le permitían orientar sus pensamientos e inquietudes hacia una actividad artística creadora.
Así empezó a grabar o pintar las paredes de la cavernas, que le servia de hogar y santuario, escenas de su vida o animales que solía cazar, asumiendo la bestia representada un rol mágico; los retrataban con pocos trazos anchos, pero conseguían dar una imagen perfecta del animal, su posición y de sus movimientos en forma casi impresionista que asombra al observador moderno. Igualmente embellecia sus enseres de marfil de los colmillos de mamut, materia apta para labrar esculturas, y los de huesos, astas de reno y lignita, grabando sobre la superficie de lo mismos, con buriles afilados, figuras de animales y hasta motivos vegetales. Las mismas sustancias recortadas en pequeños trozos y labradas les servían sin duda de adornos corporales. Ciertos objetos naturales lo fascinaban por su rareza y las dificultades que se le oponían cuando trataba de conseguirlos, y como no desea privarse de ellos, se ingenio para imitarlos. Los dientes de osos y lobos fueron copiados en otras sustancias mas fáciles de labrar , como el marfil y los cuernos de reno o ciervo, conociéndose también dientes de león imitados con mucha habilidad, pues los hombres del periodo magdaleniense fueron virtuosos tallistas.

Mientras tanto, extendía el hombre de la época Paleolítica el radio de sus incursiones, y ávido de cuanto material extraño, raro o brillante podía obtener, recogía pedazos de cristal de roca, serpentina, jade, corales y otras piedras de colores vivos que podían utilizar para fabricar sus adornos o amuletos. De esta manera se explica como la caverna de un cazador de la época cuaternaria, descubierta en Goyat, Bélgica, daba casi la impresión de “un museo paleontológico”, en otra cueva se encontraba celosamente oculto, un deposito de unas ocho mil pequeñas conchas marinas teñidas de rojo, la décima parte de ellas provistas de perforaciones practicadas sin dudas para poder enhebrarlas.
Pero “la gran novedad de la cultura magdaleniense” y uno de los objetos mas apreciados, fue el ámbar, utilizado probablemente en su estado natural, y que en su era subsiguiente, la Neolítica, hallara una difusión muy vasta.
Sencillos collares de huesos, marfil o ámbar en formas similares a la de los botones de hoy, eran ya en aquel entonces adornos que gozaban de general favor, cuando el Paleolítico tocaba su fin.

Claudio Link