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Revista de ArteS
Buenos Aires - Argentina
Edición Nº 51 - Julio / Agosto 2015

   
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Juan Ramón Jiménez, el hombre

por Adolfo Morales

Varios escándalos sexuales, un suicidio, la pérdida de la confianza de algún que otro amigo, y diversas aventuras hasta llegar a su amor definitivo son el bagaje impetuoso, apasionado y casi desbocado del poeta. Juan Ramón buscó incesantemente en sus sucesivos idilios el encuentro definitivo con la mujer ideal.

 

Hace algunos años visitando la Casa Museo de Moguer, una vitrina y unos objetos discretamente situados hablaban de una mujer, de otra que no fuese Zenobia, y así descubrí justo lo que esperaba, al hombre despojado de su prosa.

Fui buscando a J. Ramón (como firmaba en sus comienzos) y tropecé con Marga Gil Roësset, y después con sus otras mujeres: Blanca Hernández-Pinzón, Susana Almonte, Carmen Rasco, “las moguereñas”, las francesas: Jeanne Roussié y Francina, las tres novicias: Pilar Ruberte, Filomena y Amalia Murillo, Louise Grimm, y finalmente Zenobia, su amor definitivo.

Varios escándalos sexuales, un suicidio, la pérdida de la confianza de algún que otro amigo, y diversas aventuras hasta llegar a su amor definitivo son el bagaje impetuoso, apasionado y casi desbocado del poeta. Juan Ramón buscó incesantemente en sus sucesivos idilios el encuentro definitivo con la mujer ideal

“Una mujer bella e inteligente, vale más que un hombre de genio; una mujer solamente agradable vale más que un hombre culto”.

 


Marga Gil Roesset.

El amor carnal que parece tan ajeno a Juan Ramón, irrumpe en escena, al rescatarse de un olvido más o menos forzado y gracias a las investigaciones llevadas a cabo por el profesor José Antonio Expósito Hernández y su prolija investigación a caballo entre el archivo familiar del poeta, el Archivo Histórico Nacional de Madrid y la Sala Zenobia Juan Ramón Jiménez de la Universidad de Puerto Rico, la obra Libros de Amor publicada en 1913, que el poeta escribió cuándo contaba treinta años, entre 1911 y 1912, siendo su obra más sensual y erótica, y por ende la más humana. Zenobia Camprubí en el otoño de 1913 lo retiró de la imprenta por encontrarlo inconveniente y así quedó hasta que fuese devuelta a la luz en 2007 por Linteo Poesía de la mano de Expósito.

Hacia 1903 comienza el poeta una especie de diario, casi secreto de su relación con las mujeres, el sexo y en ocasiones la obsesión por turbar todas las reglas sociales.

La muerte de su padre y su proverbial melancolía le llevan primero a la Maison de Santé dirigida por el psiquiatra Gastón Lalanne esposo de Marie Roussié.

Memorias de Marga Gil Roesset.

De la francesa Marie Roussié, una mujer casada, escribiría: Tu sexo negro, suave como un plumón de pájaro,  entre las sedas blancas, amarillas y malvas / era como un faro de sombra para mis ojos / en un revuelto mar de tibias olas pálidas…

Y también Tus dos pechos desnudos, con la ardiente señal de mis labios saciados / eran violentamente con los pezones rosas adornados de sombra, / morenos al reflejo sangriento del poniente…

Cuando estuvo posteriormente en La Casa de Salud de Nuestra Señora del Rosario atendido por la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, él mismo nos descubre sus lances con aquellas monjas que le cuidaban, a tres de las cuales enamoró, sedujo y escandalizó.


Las Hermanas del Sanatorio del Retraído

“Esta noche me acuerdo con honda melancolía del Sanatorio, de aquel cuartito mío que daba al jardín y a la fuente, y de la hermana Pilar Ruberte. Hermana, ¿qué tienen tus ojos para mi alma? ¿Luz? ¿Amor? ¿Ternura?… Tú me llamabas dulcemente. Las demás hermanas con su cariño oficial me llamaban Juanito… tú no. Cuando venías hacia mí, sonreías, y con tu bella voz velada me decías Juan. Y me mirabas con luz y yo te miraba. Y tú me mirabas fijamente…”.

Durante su estancia en el Sanatorio del Rosario de Madrid hacia 1901 contando diecinueve años entabla amistad con las novicias más lozanas y termina encaprichándose especialmente de la hermana Pilar que recién cumplía veinte años y a quien llamaba “Mi Venus de Milo” , de ella escribió: “Hermana Pilar, ¿tienes aún tan negros tus ojos? ¿Y tu boca tan fresca y tan roja? Y tus pechos… ¿cómo tienes tus pechos? Ay! ¿te acuerdas cuando entrabas a las altas horas en mi cuarto, cuando me llamabas como una madre, cuando me reñías como a un niño? ¿No recuerdas que yo te hablaba siempre lleno de tristeza?…”

La Hermana Pilar Ruberte, tuvo que ser trasladada de convento por el “escándalo ocasionado”.

“Cuando huía, en un vuelo de tocas trastornadas

de la impetuosa voluntad de mi deseo

se refugiaba en un rincón, como una gata…

pero sus uñas eran más dulces que mis besos…

Y en la proximidad ardiente del placer de su carne

me incendiaba el olor de todos sus secretos…”.

Todos esos romances fueron un constante rumor de la época y aún quince años más tarde la madre de Zenobia Camprubí los utilizaba como argumento para tratar de impedir la boda de su hija con Juan Ramón.

Zenobia Camprubí.
Zenobia Camprubí, la esposa..

Pero si estos fueron delirios, ya casado con Zenobia, el suicido de Marga Gil Roësset marca un punto de inflexión en este juego de influjo y seducción que una veces buscado y otras de un modo inadvertido envuelven al poeta.

Marga era una escultora de la época, muy joven apenas 23 años y él 50, encantadora, de belleza turbadora, con gran proyección  y posibilidades en la corriente Modernista de la época. Llega al poeta de la mano Olga Bauer. Se enamoró locamente de él, de su actitud distante, de su palabra sabia, de su “voz de plata”. “¡Ay, cómo me gusta oírte, oírte, oírte… ¡Tu voz… Dios!”

Juan Ramón y Zenobia.
Juan Ramón y Zenobia, su esposa..

El poeta, sin embargo, la rechazó. La jovencísima escultora decidió quitarse la vida. “Mi amor es infinito… La muerte es infinita… y la soledad”, escribiría.

Marga se fue a Las Rozas a casa de unos familiares. Escribió tres cartas llenas de turbación: a Zenobia, a sus padres, a su hermana Consuelo. Se metió el revólver en la boca y disparó. Los familiares avisaron a JRJ, el poeta llegó cuando la escultora expiraba. Tomó sus manos. Fueron momentos intensos, dramáticos. “Cuando agonizaba -escribió Juan Ramón-, henchida de virilidad, parecía decir: porque he querido”.

En un sobre cerrado, encontrado en su casa de Puerto Rico, con el epígrafe ‘Lo de Marga’, el poeta tras su muerte, en agosto de 1932 escribiría diversos poemas y versos sueltos: “Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado expandido sobre mi, como el rojo del sol, después de puesto, por la tarde. Sentimiento sordo, profundo, concentrado, inmenso….”

¿Acaso un genio puede dejar de ser hombre?

 

Fuente:
huelvabuenasnoticias.com

 

   
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