Revista de ArteS
Buenos Aires - Argentina
Edición Nº 37
Marzo/ Abril 2013
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Fotografía

Franco Fontana

“La tarea de la fotografía creativa no es ilustrar o representar sino expresar”

Franco Fontana nace en Modena en 1933 y a lo largo de los últimos cincuenta años ha desarrollado una amplia trayectoria internacional con numerosas exposiciones y ediciones en todo el mundo. Es uno de los autores más ligados a las tendencias de las artes plásticas de finales del siglo XX, él, junto a otro amplio grupo de jovenes fotógrafos, apuesta por las innovaciones de la fotografía de los años 60, adopta como herramientas de su arte la diapositiva de color, el formato 35mm, la cámara réflex de un solo objetivo, las lentes telemétricas y el zoom. Logró así ajustados encuadres y aplanó la perspectiva, obteniendo una serie de manchas de color en un plano. Desde que era aficionado, buscó su propio estilo para fotografiar y no siguió las normas establecidas por la fotografía clásica, optando por el color rotundo en lugar del consabido blanco y negro.

Parte Fontana de una concepción de la fotografía como un trabajo creativo en el que la relación con la naturaleza o la realidad se ve acompañado de una intensa proyeccción poética. Lo dice en una entrevista de hace unos años:

“Pienso que la fotografía no es el estudio de una realidad positiva, sino la búsqueda de una verdad ideal llena de sugestión, misterio y fantasía. Fotografiar es poseer, es un acto de conocimiento y de posesión profunda. La fotografía no debe reproducir lo visible sino que debe hacer visible lo invisible”.


Desde los estudios de los años 60 y 70, atentos a motivos históricos y arquitectónicos que van desde la ya famosa foto de Praga a las de Módena o Venecia, hasta sus investigaciones sobre el paisaje natural que interpreta desde una nueva mirada y que muy pronto serán reconocidos como trabajos fundamentales de la fotografía de la época. Las series sobre la Basilicata, la Puglñia o el desierto de Erfud pueden ser los momentos más significativos.

"Mi operación de búsqueda consiste en aislar, en el espacio y en el tiempo, lo que normalmente se pierde y se mezcla en la infinidad de los detalles. Este trabajo de limpieza, de extracción de algunos elementos esenciales de la tonalidad que se presenta al ojo humano responde a una exigencia interior propia: hallar una unidad armónica mediante la supresión de todos los elementos que estorban. Nace así una “imagen” construida sobre sutiles relaciones de espacio, forma, dibujo, color. Este es un ejemplo palmario de cómo la máquina fotográfica debe estar al servicio del hombre y no al contrario.
Los sujetos que fotografío constituyen el pretexto para comunicar experiencias interiores, y es mi historia lo que se transparenta a través de ellos: una lámpara no es sólo un lámpara, porque en el momento en que la vemos se convierte en una proyección de nosotros mismos. La fascinación de la imagen reside en la violencia que lo crea, violencia necesaria para zafarse de los hábitos que ciegan nuestra mirada. Somos los portadores y los testigos del único significado posible. La objetividad está siempre abocada a equivocarnos.
"

Vendrá después una amplia secuencia de trabajos urbanos, atentos a registrar la huella y traza humana. Calles, sombras, asfaltos que componen una secuencia que tendrá a Los Ángeles, San Francisco, Nueva York, etc. como escenarios que Fontana recorre con atención nueva. Se podría hablar de una luz americana la que ilumina todos estos registros del Fontana de los 80 y 90. En un juego de luces y sombras se animan y discurren personajes y lugares de fuerte impresión cinematográfica.
El color jugará un papel fundamental. Desde sus sorprendentes trabajos de polaroid a las secuencias sobre paisajes naturales, a los que tienen el mar como motivo y a los últimos que tienen a Valencia como escenario, Fontana da a su obra una intensidad poética que nos descubre la emoción y magia de toda situación, transformando su trabajo en una búsqueda de lo invisible, de ese momento irrepetible que tiene toda obra de arte.

«No quiero ser repetitivo en mi obra, porque ser repetitivo es rutina y la rutina es la muerte -afirma-. Aunque me enorgullece que me llamen maestro, tampoco quiero serlo; quiero ser alumno, porque ser alumno es conocer, y maestro es saber, y eso también es muerte».


FUENTES:
www.ivam.es/exposiciones/2867-franco-fontana

 

 

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