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Budismo en el cine

El budismo en el cine occidental como temática explícita tiene una producción relativamente reciente. No obstante se encuentran algunos preliminares en obras clásicas, como Horizontes Perdidos de Frank Capra. El cine, y en general la producción audiovisual occidental, ha recogido normalmente al budismo de manera muy soterrada; bien disfrazándolo de cristianismo o bien ignorando su presencia.

La mítica serie de televisión Kung-Fu, que acabaría derivando en una película de menor éxito, estaba protagonizada por David Carradine y acercó a muchos occidentales a muchas ideas básicas del pensamiento de Oriente. Si bien no ofrece a penas ni una enseñanza budista de manera explícita y de que nunca o quizás casi nunca se nombra a Buda, si que logró mostrar, incluso a veces de manera magistral, rasgos muy importantes de la visión budista sobre la vida.

Salvo excepciones puntuales, en muchas películas relativamente recientes cuyas historias se sitúan en países netamente budistas, como por ejemplo la francesa Indochina de Patrick Doyle (1992), también se comprueba como a menudo se la ausencia de estatuas budistas o de túnicas de monjes rondando por la pantalla es una constante, a pesar que se hace realmente difícil concebir tal cosa en algunas escenas que se muestran.

Existe una primera eclosión de cine de temática directamente budista en los años 90. En estos años encontramos películas que muestran un budismo en exceso idealizado, y que a menudo se propone como solución mágica para el perdido occidental en su búsqueda espiritual. A la vez, muestra grandes lagunas a la hora de exponer lo básico de la filosofía o bien lo hace de manera enormemente simplista, sin cubrir el agujero que permita al espectador observar como se engarza con la vida real.

Una segunda oleada mucho más fresca y realista aparece a partir del año 2000, encabezada brillantemente por "Sabiduría garantizada" de Doris Dörrie. Estas películas se están haciendo eco de un mayor conocimiento del budismo en occidente, y muestran ya algo mucho más inmerso en la vida real. En ellas el budismo se muestra igualmente como una poderosa herramienta para beneficiar al ser humano pero ya sin recurrir a la beatería fácil o esa fe ciega en las fáciles soluciones orientales.

Respecto al cine oriental, éste llega a occidente en determinadas dosis. Si bien en Asia la gente anda ahora mayormente preocupada por el progreso material, no obstante podemos certificar que esa misma línea de frescura y realismo occidental que nace a partir del 2000 también está presente en películas como "Primavera, verano..." del coreano Kim-Ki-duk o "Samsara" de Pan-Lin. Éstas suponen un buen contrapunto a la hora de sondear como los directores asiáticos encaran el mismo tema.

El budismo es también una importante influencia en el pensamiento contemporáneo, y así aparece inoculado en una innumerable cantidad de películas que, aunque no son de temática budista, contienen alguna reminiscencia de su filosofía. Tal es el caso por ejemplo de Matrix, en donde se recogen innumerables influencias religiosas y la budista es una bien importante. Parecido ocurre con La guerra de las galaxias, en donde su director asume bastantes influencias del budismo y la cultura japonesas a la hora de recrear al maestro Yoda y las luchas de espadas entre caballeros Jedi.

American Beauty y muchas otras mostraron a partir de los años 90 historias en donde sus directores y guionistas confiesan o muestran maneras de interpretar la vida influidos por las filosofías orientales, y en donde el budismo a menudo ocupa un lugar más que destacado.

 

Películas con personajes principales budistas

 

PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERNO…. Y PRIMAVERA

Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera de Kim Ki-duk (2003) Alemania, Corea del Sur.
Escenas de enorme belleza y simbolismo en una historia sobre las diferentes etapas en la vida, y sobre el peso de nuestro karma.

¿Por qué marchó Bodhidharma al Oriente?, de Yong-Kyun Bae (1989) Corea del Sur.
Un clásico del cine coreano. Muestra la relación de un joven monje Zen con un maestro anciano. El título es un koan (una pregunta, normalmente ilógica, que se usa como objeto de meditación).

Milarepa, de Neten Chokling (2006) Bután, India. Su camino a la santidad comenzó con la venganza.Milarepa refleja el origen humilde del hombre que llegaría a convertirse en el sandto más venerado del Tibet.Una historia real basada en siglos de tradición oral, nos muestra cómo el joven Milarepa es inmerso en un mundo de angustia y traición luego que su padre perece de muerte repentina. Destituido de su mundo y sin esperanzas, Milarepa aprende magia negra y planea una venganza contra sus enemigos, moviéndose entre magos, demonios, y un enigmático maestro...

Samsara, de Pan Nalin (2001) Italia, Francia, India, Alemania.
Trata el tema del deseo y la renuncia, así como el papel y reconocimiento de la mujer en el budismo, a través de la historia de un joven monje en Ladakh.

Kung Fu, de Jerry Thorpe (1972) EEUU.
Basada en una serie televisiva. El protagonista es un monje del templo de Shao-lin, obligado a escapar a Estados Unidos. En pleno lejano oeste, pero sin pistolas, llevará una vida de trotamundos enseñando una visión orientalizada de la vida a todo aquel con el que se encuentre.

Himalaya - l'enfance d'un chef, de Eric Valli (1999) Francia, Suiza, Reino Unido, Nepal.

La historia sucede en la región de Dolpo en el noroeste de Nepal; aquí conocemos a Tinle, el anciano más prominente de la aldea que recibe la noticia de que su hijo mayor, el jefe del pueblo, ha fallecido en un accidente. Este hecho, de por sí grave, lo es más ahora que la aldea se prepara para la anual caravana de yaks, que llevan la sal (único producto de valor que tienen) para intercambiarla por granos en los pueblos de las llanuras. El jefe es quien guía tradicionalmente la caravana y ante su muerte deben elegir al sucesor. Tinle es el encargado de la elección y a pesar de ser Karma el más calificado, se niega a aceptarlo pues lo acusa de la muerte de su hijo.

Little Monk, de Kyung-jung Joo (2002) Corea del sur.

En un monasterio, lejos de la ciudad, un pequeño monje (Kim Tae-jin ) vive junto a su maestro (Oh Yeong-su) y al joven Jeong-shim (Kim Min-gyo ) Todos llevan una vida destinada a la oración, entregados a las reglas del budismo. Sin embargo, el pequeño monje anhela fervorosamente que su madre venga por el algún día. El recuerdo de su madre se ha desvanecido, pero su afán le hace ver una substituta en una mujer que vista el templo cada año en memoria de su hijo muerto. Mientras tanto el joven Jeong-shim no logra mantenerse lejos de las tentaciones del mundo y entra en una lucha interior por hallar la verdad. El maestro intenta guiar a sus discípulos por la senda adecuada, aunque cada vez ambos parecen alejarse más.

No se que tanto pueda decir la sinopsis, pero quizás sea evidente el parecido de esta cinta de Joo Kyung-jung con la aclamada " Spring, Summer, Fall, Winter... and Spring”, aunque sería más lógico establecer el parecido partiendo de “A Little Monk” que vio la luz antes que el mencionado film budista de Kim Ki-duk. Ambos filmes tienes similitudes importantes, pero del mismo modo que es posible relacionarlos, es factible señalar que cada uno se esfuerza por desarrollar su argumento de modo personal. Ahora, si en el film de Kim todo es sumamente simbólico, poético, con profundo análisis y prácticamente sin dialogos; en "A Lillte Monk" las cosas tienen un trato menos complejo, dando lugar a diálogos explícitos y muy reveladores, menor simbolismo, y una narración más convencional y accesible.

La presencia de Oh Yeong-su como el maestro del templo budista es quizás el detalle más sugerente en lo que respeta al parecido de estas cintas, ya que tiene asignado el mismo papel en ambas. Así mismo, el cambio de estaciones y los problemas que atraviesan los dos aún inmaduros monjes, especialmente el más pequeño, es otra parte que refleja cierta afinidad.

El rasgo más interesante del film del señor Joo Kyung-jung es que se toma la molestia de explicar muchas cosas que no son de conocimiento general, sobretodo para quienes no están familiarizados con los parámetros, reglas, y toda la filosofía que guarda el budismo. En este largometraje hay numerosas explicaciones sobre “por qué las cosas tienen que ser como son dentro del budismo”. De este modo, “A Little Monk” sirve mucho como un film educativo que ayuda a entender numerosos conceptos, muchos de ellos totalmente desconocidos, sobre el budismo.

Jeong-shim resulta un claro ejemplo del sacrifico y entrega que requiere un monje para mantener su determinación; ejemplifica de mejor modo ciertas inquietudes que el pequeño monje aún no tiene por su edad; es por eso su participación llega a ser como un puente entre lo banal y lo místico. En el caso del pequeño, sus inquietudes van más de acuerdo a su edad; por ejemplo: tener una madre, jugar con otros niños o simplemente poder acudir a la escuela.

Sería un desperdicio intentar explicar más cosas sobre el film, se trata de un caso muy especial en el que es posible aprender muchísimo y por lo mismo ostenta un gran valor didáctico. Esto tampoco quiere decir que la cinta no cuente con una trama interesante, por el contrario Joo Kyung-jung ha logrado construye un drama inteligente conformado por conceptos budistas que chocan de cierto modo con un mundo que pareciera estar lleno de tentaciones.

Kundun, La tormenta interior, de Martin Scorsese (1997) EEUU.

El Dalai Lama el siglo XX, la decimocuarta reencarnación de Avalokitesvara -el Buda de la Compasión- y de todos sus predecesores, está abrumado. Se siente frágil y solitario, quizá demasiado humano para sus espirituales compromisos. Y en un momento dado llega a reflexionar y a preguntarle a uno de los monjes si de pronto no se habrán equivocado con él, que a lo mejor no era el verdadero elegido, ese Kundun etéreo en cuyos zapatos iluminados no parece encajar, y cuyas responsabilidades parecen superar lo que un muchacho de dieciocho años es capaz de enfrentar. El Dalai Lama, en silencio, ve a su país derrumbarse, mira a su pueblo sufrir, y a la vez adorarlo, recuerda su infancia primera y se pregunta por qué se siente temeroso e indeciso, víctima y a la vez continuador de una estructura religiosa milenaria que lo ha metido en una jaula de oro.

Por eso el Dala Lama está abrumado, porque comprende que su estatura es la de un hombre y que como tal, sufre y teme. Unos años antes, frente a sus ojos, una carta de su predecesor, el decimotercer Dala Lama, profetizaba que la religión del Tíbet iba a ser destruida por la China, los monjes del país asesinados, y que él y sus seguidores tendrían que vagar como mendigos. “Qué puedo hacer? Sólo soy un niño”, les dijo a sus consejeros. Y ellos le respondieron: “Usted es el hombre que escribió estar carta. Usted es el hombre que ha regresado para guiarnos. Usted debe saber que hacer…”.

Esta figura tan humana es la que nos trae Martin Scorsese en Kundun (1997), hermosa película que tuvo la mala fortuna de ser contemporánea de Siete años en el Tíbet (Seven Years in Tibet, 1997) y tener que competir con la figura de Brad Pitt por una audiencia que, ante un tema similar, optó por lo seguro y no reconoció ni premió con su presencia la calidad de la obra del neoyorquino. Porque entonces es necesario subrayar que Kundun tiene peso y sustancia donde Siete años en el Tíbet es fragilidad y anécdota; y que es una puerta abierta a reflexiones y argumentos, donde la segunda es tan sólo una visita turística a un país exótico.  Las diez semanas que las separaron en su estreno en los Estados Unidos -la de Annoud pegó primero- no tienen importancia frente al abismo de calidad que las aleja.

A los que piensan que Scorsese se encuentra fuera de foco cuando filma lejos de las calles de la Little Italy de Nueva York, hay que recordarles que fue este mismo director quien nos trajo La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988) que, mirada con más desapasionamiento, era una película que básicamente intentó ofrecernos una figura de Jesús más humana y más histórica que la que los dogmas estaban dispuestos a tolerar. Y en este punto se hermana con Kundun: ambas quieren recordarnos que tras el símbolo está en realidad un ser palpable, que expuesto al sol refleja una sombra, que sueña, que tiembla. Que está vivo. Y para mostrarnos eso no es necesario ser católico o budista, tan sólo ser un hombre y poseer las ideas tan claras como este director las tiene. El mismo Scorsese nos lo dice, en una entrevista para el periódico The Guardian: "puede que no conozca al detalle la cultura -tuve muchos asesores técnicos para este filme- pero lo que sí comprendo es el conflicto que hay dentro de nosotros, lo bueno y lo malo, la idea de expresarse a través de la violencia como la única manera, que es algo que he visto mucho".

Aquí entonces el Dalai Lama y su pueblo optan por la no violencia, por no igualarse a su invasor, por no permitir que se manchen de sangre sus manos y su espíritu. ¿Pero,  hasta cuando? ¿Pero, hasta donde? ¿Seguirán siendo válidas las teorías de la no violencia en este siglo? En una escena antológica, el joven líder está de pie, con los brazos abiertos, rodeado por un mar muerto de monjes tibetanos, confundido el rojo de sus trajes con el color de su sangre. Vuelve Scorsese: “Está la lucha entre la violencia y la otra parte de nuestra naturaleza, la bondad. Y es por eso que me interesó la historia. Me pregunto como sería si todos nos tomáramos la vida tan en serio y tuviéramos tan fuertes convicciones como las que él tiene”. Es difícil mostrar la no violencia en el cine, cuando lo sencillo es dejarnos ver lo fiero, la espada que atraviesa el cuerpo, el espasmo postrero de dolor, el granate que tiñe de oprobio la pantalla. Scorsese asumió ese reto y en vez de batallas a campo abierto nos muestra luchas espirituales, prefiriendo entonces la mirada silente y diciente del Dalai Lama al puño cerrado que golpea la cara. La paz al trueno, la vida a la muerte.

En su filmografía la violencia es un elemento recurrente, consecuente con el ámbito donde la mayoría de sus filmes se desarrollan, esto es, las calles de una urbe donde la gente transforma sus soledades y conflictos en ira. Y así sus personajes no encuentran otra manera de expresar su inconformidad con lo que les rodea: Travis Brickle en Taxi Driver (1976) y Jake La Motta en El Toro salvaje (Raging Bull, 1980) no pueden comunicarse con los demás y parecen encontrar en la violencia el único lenguaje que aquellos a su alrededor están en capacidad de entender. Pero esa violencia, a diferencia de la que otros directores nos muestran, no es un fin en sí misma; ante todo es un medio para lograr una conquista espiritual, que puede ser la búsqueda de la verdad, la sabiduría o la belleza. Así, el dolor y el sufrimiento como medios de encontrar una redención son un punto central de su obra: ahí tenemos a Jesús inmolado por nosotros en La última tentación de Cristo, a Charlie en Calles peligrosas (Mean Streets, 1973), buscando en la religión el sendero del respeto que sólo el asfalto de las calles y la sangre podrán darle, o a Paul intentando sobrevivir a la pesadilla tragicómica de Después de las horas (After Hours, 1985). Y mirado de esta forma, Kundun es una prolongación de sus temas. El largo y doloroso camino que debe seguir un hombre en una doble búsqueda: respuestas a sus inquietudes y preguntas interiores, y la libertad de su pueblo.

El guión, escrito por Melissa Mathison tras cerca de siete años de extensa investigación, entrevistas con el Dalai Lama, escritura y reescrituras, empieza en los años treinta, en el momento de la búsqueda de la anhelada reencarnación del decimotercer Dalia Lama, fallecido hace cuatro años. Reting Rinpoche (Sonam Phuntsok), un monje regente a cargo de la posición mientras se encuentra al sucesor, vio a un niño en una visión y envió a un grupo de monjes a buscarlo a una provincia lejana en la frontera con China, donde encuentran al pequeño Lhamo Dhondrub (interpretado por Tenzin Yeshi Paichang), hijo menor de una familia campesina. El niño es sometido a una curiosa prueba, en la que debe reconocer entre una serie de objetos similares, los que pertenecieron a su predecesor. Como si se tratara de un juego, el niño elige sin dificultad lo que lo ansiosos monjes estaban esperando. La divinidad ha vuelto a tomar forma humana.

A partir de aquí la vida del niño y su familia se transforma: Lhamo es el elegido y debe ser formado rigurosamente. Tratando de evitar confusiones históricas, Scorsese y Mathison cierran la narración sobre el punto de vista del joven Dalai Lama y así muchos aspectos de la historia deben inferirse, paso a paso, de una argumento cuya estructura no es falsamente condescendiente con el espectador, quien debe ir entonces, con pocas pistas, descubriendo por sí mismo el sentido del modo de vida y de los rituales de una cultura riquísima y milenaria. Vamos de la mano del joven monje, trasladado ahora a la ciudad de Lhasa, recorriendo sus años de niñez y adolescencia Scorsese utiliza cuatro actores para mostrarnos los cambios de edad del joven-, sintiendo que hay voces que se callan a nuestros pasos, que hay cosas que no nos dicen, que hay  asuntos que él no debe oír ni ver, que hay misterios que todavía Lhamo no está preparado para conocer. Sacrificios, obligaciones, deberes y carencia de cosas que serían normales para una persona de su edad se convierten en su rutina diaria, hábitos y costumbres que acepta no sin cierta y muy natural resistencia, transformados en detalles muy humanos en los que el director se detiene admirado: la lucha entre el cuerpo y el espíritu, entre las ganas y pulsiones de un joven y su compromiso religioso en el que él no eligió, sino que fue elegido. Al respecto hay una escena muy diciente: el niño, ataviado como un monje, se encuentra rodeado de sus maestros -todos adultos- en oración ante un recinto presidido por el rostro gigantesco de un Buda sonriente. A su alrededor todos se encuentran en extática meditación, mientras el joven Dalai Lama no logra concentrarse, los mira extrañado y se ríe, con Buda, feliz de descubrir a una rata tomando agua de un copón ceremonial.

De esta forma Kundun nos cuenta del proceso lento pero inalterable de la educación de un hombre en los postulados de la no violencia. Y lo que sus tutores tienen en frente no es un Dios todo poderoso, sino un niño travieso que los desafía comiendo carne de cerdo y huevos, que corre por todo el templo, que llora asustado llamando a su mamá y que tiene tiempo de jugar con soldaditos de plomo y de halarle los bigotes al papá. Los maestros van poco a poco transmitiéndole sus creencias y su fe antiquísimas, y él -sin más experiencia- crece en un mundo idealista e idealizado, a espaldas de los gigantescos cambios políticos que sacudían al planeta en esos años. En 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, el Dalai Lama tiene un poco más de diez años, juega con su hermano mayor, maneja a escondidas un automóvil y ve películas mudas en un proyector manual. La situación del mundo la vislumbra en revistas y en un atlas. El Tíbet parece más allá del bien y del mal, pero sin embargo, está por llegar el momento en que va a ver conmoverse por completo su mundo. Y ese momento llega y este joven despierta, pasando del sueño a la pesadilla: con sorpresa descubre que sus colaboradores pueden sufrir atentados, que los monjes portan armas, que hay cárceles en su ciudad, que ha explotado una bomba atómica en Japón y que un país vecino quiere quitarles la libertad. Los demonios andan sueltos en el mundo, como bien le informan.

En los años cincuenta, La China de Mao decide anexar el Tíbet a su territorio, invadiendo y tomando por la fuerza una nación que una vez fue parte suya y que considera "tiranizada" por el Dalai Lama. Invadir un país que ha hecho de la no violencia una forma de vivir y que está regentado por un muchacho que apenas alcanza la mayoría de edad es una empresa que no podía ser más fácil. Y la sangre tibetana empieza a correr. Aconsejado por sus mayores, Kundun traslada al gobierno al Monasterio de Dungkhar, para luego regresar a Lhasa ante la gravedad de la situación. Sin ninguna solidaridad internacional, deben entenderse directamente con Mao, que recibe en Pekín a un empequeñecido y silencioso joven de dieciocho años. El encuentro entre ambos líderes es el de un político sagaz con un chico ingenuo. Y aunque las palabras de Mao hayan sido conciliadoras y sus promesas le hayan dado tranquilidad, la realidad es otra. Mao le dice: "La religión es un veneno", mientras el Dalai Lama lo mira tranquilo, pero sabiendo en su interior que no hay nada más que hacer, que sus días en el Tíbet son pocos.

Y regresa a Lhasa para continuar escuchando oprobios, sumando penas, viendo como le suplican que se vaya, que abandone su país. Ya no es posible interpretar la no violencia como cooperación, ahora debe convertirse en resistencia, pero en una que venga desde afuera, sumando apoyo internacional. Sumido en una enorme pena, y sin otra alternativa, abandona el Tíbet en 1959 para iniciar un exilio que, tras cuatro décadas, aún no concluye. Scorsese finaliza su película en el momento del primer adiós, cuando desde la frontera india, el Dalai Lama del siglo XX, a sus veinticuatro años de edad terrena, contempla las esplendorosas montañas de la patria de sus mayores, que en ese momento simbolizaban la esperanza y la promesa de un regreso.

Lo que subyace en Kundun, antes que su  tono de denuncia política -que lo tiene- es el tema de la dignidad y de la convicción, en medio de una historia episódica que el director nos cuenta como si fuera un cuento de hadas. Y lo que nos sorprende es saber que ocurrió entre nosotros, sin que lo supiéramos, sin que pudiéramos hacer nada. Martin Scorsese logra un exquisito balance entre realidad y ficción histórica, consiguiendo un filme que se puede ver como un poema, lleno de texturas y palabras no dichas, tan sereno, tan reflexivo y a la vez tan diciente como un texto budista. Una labor de paciencia, como una de esas mandalas de arena que en el filme vemos, construidas lentamente, al parecer sin sentido alguno y que una vez concluidas son tan inconmensurablemente bellas que nos parece probable que en su creación haya intervención divina. Y en esa labor que ayudó a crear a Kundun no hay que olvidar que sus intérpretes son tibetanos exiliados, no actores profesionales, algunos incluso familiares del Dalai Lama, como Tencho Gyalpo –su sobrina- que en la película hace el rol de su madre. Para estar personas, antes que recibir un salario pro su trabajo, la motivación grande era tener el honor de representar la vida de su líder y poder darla a conocer al mundo, lo que hizo que se entregaran con amor a una empresa para la que tenían poca capacitación y a las órdenes de un director que tiene como una de las fortalezas de su cine el hecho de contar con una plantilla de actores que podríamos llamar “fijos” y que conocen al detalle su cuidadoso estilo de trabajo.  
La música embrujante y precisa de Philip Glass, la fotografía intimista de Roger Deakins, una sinfonía visual donde cada color tiene su significado, y la absoluta autenticidad de los decorados y del vestuario que diseñara Dante Ferreti, transformaron las locaciones de Ouarzazate (Marruecos) en el Tíbet -donde se les impidió filmar- para ayudar a completar el cuadro de una cinta de veras satisfactoria y fascinante, pero que no pierde de vista sus verdaderos fines, como lo anota Deakins en una entrevista para la revista American Cinematographer: “Esta película no es realmente épica, es más bien una mirada íntima a la vida de una persona extraordinaria”. Aquí no hay nada gratuito ni ninguna genuflexión incómoda: es el cine de Martin Scorsese puesto al servicio de ninguna causa distinta a la de sus propósitos como artista. Y ha triunfado.

Aturdido de luz, el cielo se empieza a cubrir lentamente y el sol imbatible de hace unos instantes se pierde en medio de nubes cada vez más enormes y oscuras, que parecen haber traído consigo un viento frío que pega incesante sobre nuestros cuerpos. Ya resuenan, cercanos, algunos truenos, mientras la tarde y el aire se llenan de humedad y de la calígine que antecede a la tempestad. Sentimos que debemos buscar refugio para la lluvia que, inminente, va a caer. Pero no estamos en medio de un descampado: estamos en cine, asomados, gracias a Martin Scorsese, a los ojos del Dalai Lama y allí es donde la tormenta se está desatando, dentro de un hombre cuya agitada y reencarnada alma no comprende los motivos de aquéllos que, ciegos, se empeñan en sembrar el odio y la ira donde deberían haber paz y abrazos. Pero su lucha continúa y con ella, afortunadamente, también la esperanza.

 

10 preguntas para el Dalai Lama, de Rick Ray, cineasta y productor principalmente dedicado a hacer documentales sobre el Lejano Oriente y Medio Oriente..

Sabiduría garantizada, de Doris Dörrie (1999) Alemania.
Narra la peripecia de dos hermanos alemanes que huyendo de sus problemas personales realizarán una viaje a un monasterio Zen para encontrar finalmente algo que nunca esperaban. Road Movie rodada en un monasterio japonés con consentimiento de su abad, a condición de que se siguiera totalmente la disclipina monacal y no se interrumpiera el ritmo normal del monasterio. Con grandes dosis de sentido del humor, es realmente útil para conocer la verdad de la vida en un monasterio Zen y mostrar algo realista sobre la utilidad del budismo. Sin duda una de las mejores del género.

La copa de Khyentse Norbu (1999) Bután, Australia, Reino Unido
Cuenta la historia de dos niños tibetanos, novicios en un monasterio en el exilio, que rompen con la férrea disciplina del recinto religioso para poder ver por televisión la final de la Copa del Mundo de fútbol de 1998. Pero el problema es la falta de televisor en el monasterio. Basada en un hecho real.

Un Buda, de Diego Rafecas (2005) Argentina. Es la historia de un joven que, inserto en el mundo de la gran ciudad, lucha por evadir y posponer sistemáticamente su particular y profunda necesidad espiritual, el desesperado anhelo de su alma por saber quién es él.
La película ahonda en el dilema de lo terreno y lo divino, el punto de encuentro entre Oriente y Occidente.
Diego Rafecas estudió actuación y cursó la Licenciatura en Filosofía de la UBA. Paralelamente, inició estudios en la práctica de Budismo Zen. Estudió Dirección de Cine.

Hi! Dharma de Gyu-tae Park (2001) Corea del sur.

Angulimala, de Sutape Tunnirut (2003) Tailandia.
Película poco conocida basada en la leyenda de un asesino en serie en la época de Buda que desea alcanzar el "nucleo del Dharma" a base de coleccionar los dedos(anguli) de sus víctimas y ponerlos en un mala (así cree que eliminará su sufrimiento y se convertirá en un bodhisattva). Desea matar al mismo Buda y allí ocurre algo que cambia su trayectoria espiritual. Se puede adquirir en tiendas online de Tailandia. Subtítulos en inglés

Amongs White Clouds de Edward A. Burger (2007) Canadá.
Según su web nos adentra en un viaje inolvidable en las vidas de los ermitaños de la tradición Zen/Chan China.
Director de cine estadounidense Edward A. Burger nos lleva en su viaje inolvidable en la vida oculta de tradición de ermitaño de budista olvidado de China. Entre nubes de blanco es un vistazo a las vidas de los estudiantes celosos, ascetas demacrados y sabios maestros viven en ermitas aislados que salpican los picos y valles de la Cordillera de Zhongnan de China. Como aprendemos, las montañas de Zhongnan han sido hogar de reclusas desde la época del emperador amarillo, hace unos cinco mil años. Ampliamente se piensa sin embargo, que esta tradición fue aniquilada por los acontecimientos del siglo pasado en China. Entre nubes de blanco nos muestra que este no es el caso. Uno de los sólo unos pocos extranjeros han vivió y estudió con estos sabios ocultos, Burger nos revela su tradición, su sabiduría, dificultades y alegría de su vida cotidiana. Con humor y compasión, estos caracteres inspiradoras y sincero desafían nos a unirse a ellos en una exploración de nuestro propio sufrimiento y la iluminación en este mundo moderno.

Hi! Dharma 2, : Showdown in Seoul de Sang-HyoYook (2004) Corea del sur.
Comedia. Unos mafiosos compran el terreno de un templo budista en Seul y los monjes hacen todo lo posible (saltándose todos los preceptos) para que no lo vendan a una inmobiliaria. Tiene subtítulos en inglés.

 

Con Personajes Secundarios Budistas

 

Ran de Akira Kurosawa (1985) Japón, Francia.
Adaptación de la obra de William Shakespeare El rey Lear.
Es un relato acerca de la caída del antaño poderoso clan Ichimonji después de que su patriarca Hidetora tome la decisión de dar el control de su reino a sus tres hijos: Taro, Jiro y Saburo. Taro, el mayor, recibe el prestigioso Primer Castillo y se convierte en el líder del clan Ichimonji, mientras que a Jiro y a Saburo se les concede los castillos Segundo y Tercero, respectivamente. Jiro y Saburo tienen que apoyar a Taro, y Hidetora les ilustra esta orden mediante la imagen de un haz de flechas.[3] Hidetora seguirá siendo el líder oficial y mantendrá el título de Gran Señor. Saburo critica la lógica de su padre. Hidetora consiguió su poder mediante la traición, le dice, y sin embargo espera que sus hijos le sean leales. Hidetora confunde este comentario con una amenaza y, cuando su sirviente Tango sale a defender a Saburo, les destierra a ambos.

 

Cuentos de la Luna Pálida de Kenji Mizoguchi (1953) Japón.

Finales del siglo XVI, en una aldea al norte del lago Biwa, mientras Japón está siendo asolado por una de sus guerras civiles. Genjurô, alfarero, sueña con la riqueza, mientras que su cuñado, Tobei, con la gloria militar. Un día, en el mercado, Genjurô conoce a una bella y enigmática mujer, Wakasa, con la cual vivirá una apasionada historia de amor, sin saber que el motivo de sus desvelos es en realidad un fantasma...

El Arpa Birmana (Biruma no tategoto) de Kon Ichikawa (1956) Japón.
Es el final de la guerra de Japón con Birmania. Mizushima descubre con horror que los muertos en guerra no reciben sepultura, se hace pasar por monje budista y hace el voto no volver a Japón hasta que todos reciban una muerte digna. Banda sonora inolvidable. Película que no deja indiferente. Ficha en IMDb

 

Horizontes perdidos de Frank Capra (1937) EEUU.

Un joven diplomático inglés sobrevive, junto a otros pasajeros, a un accidente aéreo en el Himalaya. Cuando creen que la muerte es inevitable, son rescatados por los habitantes de Shangri-La, una idílica y utópica comunidad que vive oculta en el Tíbet. Mientras la II Guerra Mundial amenaza al mundo, ellos descubrirán un lugar donde la gente vive feliz y sin envejecer.

 

Tapas de Jose Corbacho y Juan Cruz (2007) España.

Barrio de Santa Eulalia, L'Hospitalet (Barcelona). Lolo (Ángel de Andrés López) es el dueño de un bar abandonado por su esposa (Amparo Moreno). Raquel (Elvira Mínguez) vive una relación por Internet, aunque sucumbe a la pasión de César (Rubén Ochandiano), amigo de Opo (Darío Paso), fan de Bruce Lee que compra éxtasis a doña Conchi (María Galiana), jubilada que solo desea hacer más felices los últimos días de su marido (Alberto De Mendoza).Fecha de estreno: 13 de mayo de 2005

 

The man from Earth, de Richard Schenkman (2007) EEUU.

La película cuenta la historia de un hombre de Cro-Magnon de 14000 años de edad, John Oldman, que sobrevive hasta nuestros días. Toda la película está rodada en la misma casa y su porche, prueba de su bajo presupuesto y de su elaboración prácticamente artesanal. Se basa únicamente en la conversación de los personajes para mantener la trama, sin efectos especiales ni escenas de acción. Se trata de un discurso intelectual entre un hombre de las cavernas y sus actuales colegas de trabajo, en su despedida como docente universitario. En las horas que transcurren, las reacciones de sus amigos científicos son muy variadas y van surgiendo preguntas, cuestiones, revelaciones y reacciones de todo tipo.[4

 

Sin Personajes Practicantes del Budismo

Estas películas son muy valoradas por la crítica cinematográfica profesional y, aún sin tener a personajes que practiquen el budismo, contienen elementos en la historia a los que sería una posibilidad razonable el darles una interpretación budista desde una perspectiva abierta, basándose ya sea en declaraciones explícitas de los propios creadores acerca de sus influencias o inspiración, o en el hecho de haber formado parte del programa de festivales de cine budista reconocidos, o en su clara popularidad en círculos budistas.

El club de la lucha, de David Fincher (1999) EE.UU., Alemania.
Existen grandes desacuerdos sobre la esencia filosófica de esta película. Los críticos han creído ver en ella no solo ideales budistas, sino también anarquistas o nihilistas, así como ataques a la globalización, la sociedad de consumo o incluso hasta temas fascistas. Entre los ideales budistas se podrían encontrar los de acabar con los condicionamientos, la identidad y las posesiones, con el de enfrentarse al dolor, el de matar al yo o sí-mismo para seguir aún más vivo, cuestionar como vivir tras acercarse a la muerte o la defensa de un estilo de vida minimalista.

Memento, de Christopher Nolan (2000) EE.UU.
El autor Dean Sluyter analiza esta película en su libro Cinema Nirvana : Enlightenment Lessons from the Movies y el film ha sido exhibido en el Festival Internacional de Cine Budista de Oakland, EE.UU. Algunos de los temas importantes de la película son la naturaleza de la memoria, la identidad y nuestra percepción del tiempo y la realidad.

Matrix, de los hermanos Wachowski (1999) EEUU
Frances Flannery y Rachel Wagner, dos teóricas de la religión, han hecho esta afirmación:
"El paradigma de Matrix es el problema de dormir en la ignorancia dentro de un mundo de sueños, y la resolución mediante el conocimiento o la iluminación. Fusionando la tradición budista con el gnosticismo cristiano, y agregándole una visión tecnológica del futuro, el filme construye una nueva enseñanza que desafía a la audiencia a cuestionar la realidad".
Esta película usa símbolos comunes en el budismo como por ejemplo los espejos y Morfeo pronuncia algunas máximas propias del zen como: “No es lo mismo conocer el camino que andar el camino”, “No pienses que lo eres, sabes que lo eres”. En una entrevista por Chat realizada a los Wachowski en una página Web de los estudios Warner Bros. a la pregunta de un fan: ¿Os habéis inspirado en ideas Budistas para hacer el film? La contestación fue: Sí.[2] También han hecho declaraciones similares al respecto al New York Times y a la revista Time.
Aun así hay que notar que en Matrix, junto a las budistas, también se encuentran otras referencias al mesianismo y al Gnosticismo cristiano. Neo al despertar pasa a otro mundo que, al ser material, no correspondería a Nirvana. La violencia del film también provocaría problemas morales en la práctica budista y la visión dualista contradice las enseñanzas.

American Beauty, de Sam Mendes (1999) EEUU.
El guionista Alan Ball, en una entrevista para Amazon.com sobre esta película, habló sobre una noción, para él budista, del milagro de lo mundano y sobre la necesidad de aceptar la mortalidad para poder ver la belleza de la vida. El protagonista en la historia se siente más libre al abandonar el anhelo y se menciona la idea de mirar con atención al mundo.Ficha en IMDb Ficha en Yahoo! España

Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis (1993) EEUU.
En esta comedia romántica, el protagonista revive una y otra vez el mismo día de su vida. Los temas e ideas de la historia sugieren con fuerza el karma, el renacimiento, samsara y el intentar escapar este ciclo. Otros estudiosos también han visto alegorías judaicas, cristianas, existencialistas o al concepto de Nietzsche del eterno retorno.

Dead Man, de Jim Jarmusch (1995) EEUU, Alemania, Japón.  

Dead man retrata la transformación del individuo obligado por la situación límite. Somos lo que nuestro entorno nos hace, lo que las circunstancias nos imponen a ejecutar; por eso, podemos pasar de ser un desempleado esperanzado a una leyenda temeraria si las eventualidades así nos lo exigen.La película delira al transcurrir los minutos, connota metáforas forzadas en cada intervención del indio Nadie, buscando la exigencia decodificadora del espectador; mientras William Blake, transformado en el liquidador de sus amenazas, es nómada en su misma existencia. No tiene rumbo fijo propio sino el propuesto por el indígena: el “espejo” (lugar en que “el mar se cruza con el cielo” y –según Nadie- proveniencia del espíritu de Blake, a quien cree muerto).William Blake en una canoa marítima empieza su último viaje hacia “el espejo”. Él está moribundo, porque logra ser herido de bala por uno de sus tantos cazadores, y sólo espera que su aliento final lo haga expirar. Nadie, el indio, muere junto a Cole Wilson (el principal acechador del de Cleveland) en un tiroteo a quemarropa; esa acción violenta es la última que presencia William mientras se introduce en el área oceánica. El indio, sus cazadores y el cazado finalizan sus vidas en esa escena totalizadora y concluyente. Desde el inicio de la película, William Blake es advertido de muerte por el misterioso hombre quemado con quien habla en el tren, además que el título del film, Dead man (Hombre muerto), sugiere explícitamente fatalidad también… Fatalidad que se percibe en cada movimiento de cámara, en cada ambiente, en cada gesto, en cada sonido, en cada parlamento no sólo por parte del protagonista ni contra el mismo, sino contra quien se inmiscuya en el asunto. Y así finaliza el cuento, con la aniquilación de los últimos involucrados… Panorama funesto que cierra este mostrador de situaciones transformadoras de realidades, modificadoras de conciencias y moldeadoras de eventualidades inmediatas.

La escalera de Jacob, de Adrian Lyne (1990) EEUU.
El guionista Bruce Joel Rubin practica la meditación y declaró basarse en El Libro Tibetano de los Muertos para esta historia. Jacob Singer vuelve a casa en metro all acabar su turno de trabajo. Al su lado se encuentra un vagabundo que duerme y a Jacob le da la impreesión que una especie de cola de serpinete culebra debalo de su abrigo. A partir de ese momento ya no sabrá cuando está dentro deun sueño o cuando está viviendo la realidad.

Extrañas coincidencias de David O. Russell (2004) EEUU, Alemania.
Algunos de los temas de esta comedia son la inevitabilidad del sufrimiento en la vida, la compasión, las interconexiones o la falsedad de los dualismos. El director de esta película practica el budismo Zen. Convencido de que una serie de coincidencias en relación a un portero guardan algún secreto respecto a los principales enigmas de la vida, Albert Markovski busca la ayuda de una agencia de detectives diferente a cualquier otra... lo que le lleva a estudiar una vía que cuestiona la esencia de su propia existencia. En un intento por descubrir el significado de estos acontecimientos fortuitos, consulta con Bernard y Vivian Jaffe, también conocidos como Los Detectives Existenciales, un par de metafísicos unidos en matrimonio que, osadamente, investigan los misterios que están en la base de las vidas interiores y secretas de sus clientes. Cuando están sobre un caso, estos dos tipos siguen a sus clientes de cerca y de forma muy estrecha, observan sus actividades diarias, preguntan a sus amigos y compañeros de trabajo, y examinan del derecho y del revés la vida que llevan. La diferencia es que Los Detectives Existenciales tratan de encontrar la solución al más persistente de los misterios - el único que radica en la esencia de la realidad y de la existencia misma... lo que significa que sus investigaciones pueden ser un poco delicadas.

Sin miedo a la vida, de Peter Weir (1993) EEUU.

Un hombre tras salvar su vida de un accidente, cambia de vida dándole un nuevo sentido a todo lo que hace.

Cuando Max Klein, un reconocido arquitecto de San Francisco y su socio y amigo de toda la vida Jeff, suben a un avión con destino a Houston, esperan volver a casa con un lucrativo contrato en las manos. Cuando Carla Rodrigo, una joven madre, y su hijo de corta edad, suben a ese mismo avión, esperan disfrutar de sus vacaciones, pero no va a ser así. El avión tiene problemas con los motores y comienza a caer. Max sobrevive a un espantoso accidente aéreo y sale indemne. O casi, puesto que un cambio profundo ha ocurrido en su alma: ahora se siente invulnerable, más allá del común de los mortales. Alienado del cariño de su esposa y convertido en un misterio para su psiquiatra, sólo otra pasajera de ese vuelo, una mujer llamada Carla, podrá conectarse con él para entender algo de lo sucedido. Notable drama sobre temas como el sentido de la vida y de la muerte, que el director Peter Weir (Testigo en Peligro) maneja con maestría y ambición.

 

 

Fuentes:
es.wikipedia.org
© Revista de Artes
Buenos Aires - Argentina

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