Revista de ArteS N° 27 - Julio / Agosto 2011 - Buenos Aires - Argentina

 

 

 

 

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ANTIGONA VELEZ

de Leopoldo Marechal

 

Dirección: Pompeyo Audivert
Diseño de iluminación: Leandra Rodríguez
Vestuario: Julio Suárez
Escenografía: Ana Audivert.
Trabajo físico expresivo: Rhea Volij,
Asistencia de dirección: Silvina Rodríguez
Dirección vocal y musical:Carmen Baliero.

Teatro Nacional Cervantes
Sala María Guerrero

Leopoldo Marechal estrenó Antígona Vélez en 1951, en el Teatro Cervantes de Buenos Aires, dirigida por Enrique Santos Discépolo  y protagonizada por Fanny Navarro, con gran éxito. Había tenido que reescribir su obra a pedido de Eva Perón, porque el original de la primera versión habría sufrido las consecuencias de una pelea de la actriz que la representaría con su pareja. La pieza era una personal versión de la Antígona de Sófocles adaptada a otro lugar y otra causa.

Marechal retoma el mítico personaje de  Sófocles, lo traslada a la pampa argentina y construye su propia versión de Antígona, en el siglo XIX, antes de la “conquista del desierto” (antes de 1879, por las continuas referencias que Antígona Vélez hace a la batalla de la costa del Salado donde su padre perdió la vida).

En esta puesta de Pompeyo Audivert, la obra comienza cuando el espectador entra en la sala. Allí puede ver los cadáveres de los hijos de Luis Vélez que acaban de morir, luchando en bandos enfrentados: Martín Vélez ha muerto defendiendo el poblado; Ignacio Vélez ha muerto atacándolo junto a los indios pampas. Marechal representa así  el conflicto entre civilización y barbarie,  aquel al que aludiera Sarmiento en su obra Facundo. La escena incluye al espectador porque la escenografía se interna con un puente en la platea, como una punta de lanza que toma las tres primeras filas de butacas, está  en el desierto, fuera de la estancia “La Postrera”.  El nombre presagia la tragedia.

"Esta loma es una punta de lanza metida en el desierto. Más al sur no hay una espiga ni una rosa"

Para comprender la abnegación de Antígona es necesario tener en cuenta las creencias de la antigüedad respecto a la sepultura: la salvación estaba sujeta al cumplimiento de los ritos porque se creía que el alma  continuaba unida al cuerpo después de la muerte  y que el sepulcro era morada de esta segunda existencia. La privación de sepultura  equivalía a una condena, desterrado  del mundo de los vivos y del mundo de los muertos, el  alma del  muerto vagaría miserablemente.

En la Biblia, enterrar a los difuntos es un acto de misericordia, y el ser privado de sepultura y dejado para pasto de animales es el mayor castigo y la infamia más notable (Salm. LXXVIII, 2). También el Corán menciona cómo Caín debía enterrar a Abel. Por eso Antígona Vélez, como la heroína de Sófocles, desobedece el mandato de Facundo Galván, no lucha contra la ley del hombre, sino contra el mandato del hombre que desafía y afrenta a lo divino.

Dice el Viejo, que conoció a Luis Vélez:

“Leyes hay que nadie ha escrito en el papel, y que sin embargo mandan”

Dice el Coro de Hombres:

“Es una ley antigua la que nos manda esconder abajo nuestra miseria”.

Dice Antígona a su hermana, Carmen, a la que el miedo impide actuar con y como ella:

“La tierra lo esconde todo. Por eso Dios manda enterrar a los muertos, para que la tierra cubra y disimule tanta pena”.

Antígona Vélez,  una hermana/madre que no discrimina entre buenos (Martín Vélez) y malos (Ignacio Vélez), que no se olvida del marginado, del desamparado… Así veía también Marechal a Eva Perón.
Antígona se entrega a su misión con una fe ciega: ha encontrado su “alma”, como ella dice, junto a la miseria de Ignacio Vélez:

“La recogí entonces, y me puse a cavar: los pájaros volvían como enloquecidos; se descolgaban sobre mí, con sus picos gritones; y yo los hacía caer a golpes de pala.  Creía estar en un sueño donde yo cavaba la tumba de Ignacio, lo escondía bajo tierra, le plantaba una cruz de sauce y le ponía flores de cardo negro. Yo estaba soñando. Y al despertar vi que todo se había cumplido. Mi alma se desbordó entonces, y me vino un golpe de risa”.

El acto de desobediencia que Antígona Vélez ha cometido al enterrar a Ignacio Vélez implica la condena a muerte de don Facundo Galván. Este personaje, este Creonte de estancia funda su designio en una ley sencillamente enunciada y repetida varias veces:

“(...) la tierra es o no es del hombre” .

La lucha es permanente con el medio, que incluye la población indígena. Los indios son un peligro más, como la falta de agua o alimento o las fieras que habitan la pampa. Y en esa lucha permanente, don Facundo Galván aparece tan tiránico como el Creonte de Sófocles: “¡En esta pampa no hay otra voluntad que la mía!” (III, 53).(Dice el texto de Sófocles: “Hay que obedecer al que la ciudad ha colocado sobre el trono, así en lo pequeño y en lo justo, como en lo que no lo es” (666-667). Facundo Galván, es inconmovible, como de acero, "galvanizado", como se afirma en un momento dado de la pieza:

Don Facundo es un hombre como de acero”.

Facundo tiene rasgos de caudillo despótico y aparece marcado por dos obsesiones: el principio de autoridad, si alguien transgrede su ley en tiempo de guerra, lo debilita frente al enemigo. La segunda, y suvisión de futuro,hacer lo que haga falta para que conservar y domesticar esa tierra para la posteridad.

"Algún día, en esta loma, vivirán hombres que no sangran y mujeres queno aprendieron a llorar. Esta es mi razón. ¿Cómo podría yo ser blando con los que la traicionan?"

Facundo es bien definido por Antígona, cuando Carmen (la hermana temerosa) dice respecto de Ignacio:

"Dicen que traicionó a su casa"

Antígona Vélez responde:

"¡No lo sé, ni me importa! Que lo digan los hombres y estará bien dicho. Yo sólo sé que Ignacio Vélez ha muerto! Y ante la muerte habla Dios, o nadie".

El Rastreador, como el Guardia de Sófocles, es un personaje clave puesto que es la base de la acusación a Antígona, es portador de ese saber que permite acusar sin dudas a Antígona, un saber bárbaro que la civilización puede utilizar. este personaje es muy bien caracterizado por Sarmiento, y en esta obra es central, es un gaucho, un bárbaro, poseedor de un saber que el civilizado no tiene y, aún más, necesita. Lo que este personaje declara, ha de terminar condenando a Antígona:

"Señor, de la casa es. Hay una huella de pasos que va desde la Puerta Grande hasta la tumba, y vuelve a la casa por el mismo lugar. Es un pie con bota de potro. A la ida, el hombre ha cargado la pala del entierro; al volver la trae arrastrándola".

Y morirá junto a su amado, Lisandro Galván, y por una sola lanza, como la que hirió a Cristo en la cruz,  en acto de redención, para que exista una esperanza para los hombres, una nueva vida, un mañana, que es el que Facundo Galván anuncia en su sentencia final.

Sobresale la actuación de Ana Yovino en el papel de Antígona, que logra aportar convicción a su personaje, pero es un hecho aislado dentro de un contexto general rígido que resta dramatismo y efectividad al conjunto.

 

 

 

INDICE TEMATICO GRAL.

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