LA MUJER EN EL CINE DE ZHANG YIMOU
Esta obra armoniza de forma exquisita imágenes brillantes, equilibradas y sosegadas, de cuidada ambientación y fotografía, con la densidad de las pasiones que muestran. Descubrimos a los personajes, perfectamente definidos, poco a poco. YIMOU posee un ritmo tranquilo que combina los primeros planos con planos generales, y se regodea encuadrando las escenas frontalmente.
Las protagonistas de las dos anteriores películas -SORGO ROJO y JU DOU- deciden luchar y convertirse en dueñas de su destino. Pero Songlian decide acatar las leyes de la sociedad feudal y, por tanto, sufrir. La determinación con la que nos dice que se va a casar en un primer plano que parece que mira a cámara y, por lo tanto, a nosotros pero, que si observamos un poco, vemos esa mirada perdida de ensimismamiento que deja traslucir que no ve a nadie, que se está imaginando en futuro que le espera, un futuro nada complaciente, pero que ella cree que va a poder modificar con tenacidad e inteligencia. Finalmente, las lágrimas corren por su rostro una vez confirma su decisión a su madrastra. "Es el destino de las mujeres". Es como decir: No quiero hacerlo, pero en la situación en la que me encuentro, no veo otra salida.

Su primer signo de rebeldía al llegar a la casa del "amo", es rechazar la silla nupcial que le mandan. El criado con el que se encuentra a su llegada, al comentárselo, recibe como respuesta: "He preferido andar".
Una vez más, cuando el criado la lleva hasta el altar de los antepasados y le dice que se arrodille, ella lo ignora.
Todas las noches, según está establecido, todas las esposas salen al patio y esperan la decisión del Amo que anuncia con cual de ellas pasará la noche. Un criado coloca entonces una linterna roja delante de los aposentos de aquella elegida que gozará de los favores del Señor. Una costumbre que, además de ser humillante, refuerza el sentimiento de hostilidad entre ellas, porque esa linterna también tiene un segundo mensaje: así como la linterna encendida señala a la privilegiada, las linternas apagadas marcan públicamente a las rechazadas. Esto genera un profundo resentimiento entre ellas, ya que esa linterna significa poder, el único que pueden conseguir; hasta los criados son conscientes de ese hecho despreciando y restándole autoridad a aquella dama que, durante tiempo, no consiga -mediante argucias, como vemos a lo largo de la película- que la linterna se instale delante de su puerta.
Songlian pronto descubre que se encuentra dentro de una guerra no declarada, en la que cada una lucha con lo que puede. Elige la sumisión dentro del sistema, decidiendo participar en un juego por el poder, proponiéndose llegar a ser la favorita del hombre todopoderoso. Urde un plan que culmina en fracaso, se finge embarazada, la mentira se descubre haciéndola caer en la desgracia, y, además, provoca la de otra mujer.

La figura del hombre, del dueño de la casa y también de ellas, no aparece de forma nítida. Es una presencia que siempre sentimos, pero que nunca es explícita. Físicamente lo vemos poco y cuando aparece en pantalla es en planos muy generales, o de espaldas o a través de cortinas. Si tuviéramos que describirle, seríamos incapaces de hacerlo. Y así es como ellas sienten su presencia, siempre latente aunque no esté presente.

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